EL CIERRE DE UN CAPÍTULO
Desde hace un poco más de un año, me vengo dedicando a
esta noble vocación que es la cátedra universitaria. En un inicio, pensé que
sería muy difícil esta nueva labor, en donde siempre estuve como espectador y
nunca frente al escenario y ser escuchado por un centenar de alumnos, podría
sonar algo utópico.
Como decía ya va más de un año; sin embargo, ayer me
despedí de un grandioso grupo que siempre recordaré por sus personajes, sus
ocurrencias, su dedicación al estudio y a mejorar cada día más como seres
humanos y como futuro profesionales de la administración.
Fue un grupo humano muy joven, apenas primer año en la
decana de América. No obstante, han dado
la talla para estar en esta prestigiosa universidad y han dado la talla para
desenvolverse bien en un curso un poco complejo como es el Derecho, más aún
para personas que les atrae más los números que las letras.
Recuerdo, que el primer día de clases, la masa estaba muy
sorprendida no sé si será por mi juventud o por otras razones; pero, a la vez,
pude observar muchos rostros confundidos, complejos, desconcertados por la
forma de evaluación o por la nueva técnica de la impartición de la educación
superior universitaria. ¡Qué importa ello! Lo que importa es que han respondido y aprendido, que
es la mayor satisfacción que puede tener un docente, que sus alumnos respondan
a las exigencias y sobre todo que aprendan no solo la parte técnica sino
también la humanística.
El recordar los apellidos Herrera, Palomino, Motta,
Arzapalo, Sotelo, Antezana, Sosa, Pejerrey, Guevara, Arista, Chaucha, Bustamante,
Loyola, Barzola, Ledesma, Jiménez, Guevara, Incaluque, Anaya, Ortega, Torres
Cucho, entre otros, que por cuestiones de espacio no los menciono y no porque
me haya olvidado; será sin duda, recordar alumnos que les pronosticó un buen
futuro académico y profesional, será recordar alumnos que tiene esa fe intacta y
entusiasmo por mejor nuestro país, serán alumnos que en un futuro tomarán las
riendas de este gran Perú, lleno de dificultades, pero rico en historia y en
mística.
Ahora, les toca la etapa final, en donde estudiar o
repasar la materia no será una obligación sino un placer. Sé que al momento de
estudiar recordarán cada minuto y segundo vivido en clase, y los conocimientos
fluirán de manera automática. Sé también que el entusiasmo, la emoción y el aprendiz se verá
reflejada en sus notas en algunos casos, en otros su mente refleja el
aprendizaje continuo.
Asimismo, sé que los echaré de menos, los viernes a las
18:00 horas y los sábados a las 09:30 horas, no serán los mismos. Pero, la vida
continua y ustedes tienen que continuar a seguir armando sus propias historias
y sus propias aventuras de la vida universitaria.
Solo les diré que aquí siempre tendrán no solo un
profesor, sino un amigo, al servicio y apoyo de ustedes cuando lo necesiten.
Muchos éxitos muchachos, se lo merecen y prepárense para lo poco o mucho que
quede en este ciclo. Algún día nos volveremos a reencontrar.
Finalmente, como postdata, querido Torres Cucho, siempre entra a clases aunque sea
despeinado.
Lima, 26 de noviembre de 2017
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